Hace unos años, en mis primeros pasos como sacerdote, recuerdo que pasando un día por el camino lateral de un Cementerio y celebrando la fiesta de Todos los Santos a alguien se le ocurrió pintar en el muro: “La Vida eterna no existe”. Al día siguiente otro escribió debajo: “Y tú ¿qué sabes?” Ante ciertas afirmaciones conviene siempre dar razones por las que uno cree o no cree. La razón es una luz que nos conduce en el camino de la vida y ella tiene también interrogantes a los que se debe responder con autoridad. Cuando a uno le cuesta creer en Dios no es momento de rechazo, por parte del que cree, sino de espera. La fe no es una imposición sino una gracia que viene dada por Aquel en el que confiamos y amamos.
Muchas veces he narrado la experiencia que tuve un día con un joven que me abordó y me dijo: “Soy ateo y esto es irreversible”. Lo escuché y cuando acabó de hablar le interpelé: “No olvides lo que te voy a decir: un día en ‘un cambio de rasante’ o ‘a la vuelta de una esquina’ la más insospechada… te encontrarás con Dios”. Dios tiene el momento oportuno para cada uno y por ello hemos de tener la esperanza de que Dios se hará el encontradizo con todos. Aun aquellos que siempre, en vida, negaron a Dios, al final lo afirmaron; ahí tenemos la experiencia de tantos sabios, políticos, filósofos, literatos… Dios es un Padre que nunca abandona a sus hijos, los deja libres pero siempre les ofrece las manos de su acogida como al “hijo pródigo”.
La fe no se basa en razonamientos más o menos fundados en ideologías sino en la experiencia de un estilo de vivir y razonar que se pone al servicio de una Persona que es Jesucristo, él es la máxima autoridad que nos lleva a creer, a esperar y a amar. De ahí que la fe es el regalo más grande que hemos recibido en nuestra vida y sin méritos por nuestra parte. Me encontré con Cristo en mi niñez y no sabría decir cómo pudo suceder pero sí puedo decir que me llenó el corazón, no puedo decir que fuera una aparición extraña, porque no lo fue, pero sí que me encontré con una Amigo invisible pero más perceptible y más real que mi propia vida.
Ha sido el Amigo que nunca me ha fallado y nunca me ha dejado en la estacada sólo y abandonado. Incluso en los momentos más frágiles él siempre me alienta y fortalece; en los momentos de enfermedad, y han sido varios, ha estado a mi lado aliviándome. ¿Cómo no voy a creer en Alguien que ha dado la vida por mí? Con él encuentro sentido a mi fe y a él le presento a aquellos que aún no creen y le pido para que un día se encuentren con su amor y les llene con el gozo de la amistad de este Amigo que nunca abandona. Dios existe y Alguien me lo ha dicho y me lo ha demostrado con su inmenso amor. Este Alguien tiene un nombre: Jesucristo. El amor de Dios es el único que puede convencer puesto que sólo el amor tiene razones que la razón no puede dar por sí misma.
La fe no se basa en razonamientos más o menos fundados en ideologías sino en la experiencia de un estilo de vivir y razonar que se pone al servicio de una Persona que es Jesucristo, él es la máxima autoridad que nos lleva a creer, a esperar y a amar. De ahí que la fe es el regalo más grande que hemos recibido en nuestra vida y sin méritos por nuestra parte. Me encontré con Cristo en mi niñez y no sabría decir cómo pudo suceder pero sí puedo decir que me llenó el corazón, no puedo decir que fuera una aparición extraña, porque no lo fue, pero sí que me encontré con una Amigo invisible pero más perceptible y más real que mi propia vida.
Ha sido el Amigo que nunca me ha fallado y nunca me ha dejado en la estacada sólo y abandonado. Incluso en los momentos más frágiles él siempre me alienta y fortalece; en los momentos de enfermedad, y han sido varios, ha estado a mi lado aliviándome. ¿Cómo no voy a creer en Alguien que ha dado la vida por mí? Con él encuentro sentido a mi fe y a él le presento a aquellos que aún no creen y le pido para que un día se encuentren con su amor y les llene con el gozo de la amistad de este Amigo que nunca abandona. Dios existe y Alguien me lo ha dicho y me lo ha demostrado con su inmenso amor. Este Alguien tiene un nombre: Jesucristo. El amor de Dios es el único que puede convencer puesto que sólo el amor tiene razones que la razón no puede dar por sí misma.
(Don Francisco Pérez González), Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela. (Navarra-España)
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