sábado, 15 de junio de 2013

Mujer perdonada vale por dos

nos presenta una de las escenas más entrañables del evangelio:
una mujer que amaba tanto que era libre. 
Tan libre que fue capaz de expresar lo que sentía a pesar de tener delante gente
que, sin duda alguna, la iba a criticar y a desaprobar en su actitud. 
Iban a reprocharla, juzgarla, avergonarla...
Y seguramente, con datos reales y objetivos...¿qué importa eso?
Pero ella había descubierto algo mucho mayor y con más poder:
el amor que pide perdón y perdona. No por ley, no por moral. Por amor.
Así es la vida. 
Porque el amor nos hace libres.
Y sabernos y sentirnos perdonados (¿quien no lo necesita?)
nos permite ser lo que de verdad somos, siempre y en todo lugar.
¡¡¡¡El Dios de Jesús es así!!!! ¿No es esto una buena noticia?
Evangelio en estado puro




lunes, 3 de junio de 2013

Oración... y casi despedida

Ha pasado el Tiempo Pascual, hemos celebrado estas grandes fiestas (Trinidad, Corpus...) que pareciera no quieren que nos adentremos de nuevo en el Tiempo Ordinario tras las alegrías pascuales como si nada hubiera pasado... Y nos lo recuerdan.
Además, para muchos, estamos acabando el curso escolar. Haga buen o mal tiempo, el cuerpo y el corazón quieren oler a sol y a vacaciones...
 
Y este blog de acompasando va acercándose a su fin. O mejor dicho a convertirse en otra cosa distinta, dentro de la renovación de www.acompasando.org.
¿Qué mejor manera de ir despidiéndonos que orando? Es decir, despedirnos expresando deseos, compartiendo necesidades y sueños...
Hoy, al Resucitado que nos habita, al Dios Trino, al que vive y da la vida no como un fantasma, sino en la carne de su cuerpo y su Sangre... A Él le pedimos que no se vaya nunca.
 
Señor Jesús,
De mi cuerpo gastado, sé tú el fortalecedor.
De la noche que cae, sé tú la luz.
De mis sufrimientos, sé tú el consuelo.
De mis faltas pasadas, sé tú el perdón.
De mi soledad, sé tú el compañero.
De mis rebeldías interiores, sé tú la esperanza.
De mi fe, sé tú la fuente.
De mi amor, sé tú el fuego.
De mis insomnios, sé tú la Presencia.
De mi sonrisa, sé tú la dulzura.
De mis encuentros, sé tú la Palabra.
De mis oraciones, sé tú el Bien Amado.
Señor, yo creo que tú eres la Vida
y que has vencido a la muerte.
Ven a llamar a mi puerta.
El día declina y se hace tarde…
¡Quédate junto a mí! (M. Hubaut)