Así es.
Si eres monja ni existes ni nos gusta que se te vea.
No queremos que se hable de ti ni que hablen contigo. Porque eres monja.
Da igual que seas buena o mala persona, que hayas contribuido a la sociedad o que seas una desalmada.
No nos importa. Si eres monja, en nombre de la libertad, el progreso, la pluralidad y la alianza de las civilizaciones: no existes.
Por eso, discuten en el Parlamento de España si se pone una placa en el edificio del Congreso de los Diputados recordando a una madrileña -monja y declarada santa- porque nació allí. O sea, que no se pone por ser monja, sino por ser un "personaje público" que nació allí.
A mí me da igual que se pongan placas o no. Es más: más bien no me gusta.
A mí me da igual que se ensalce a esta mujer -monja y declarada santa-. Es más: no coincido en casi nada con su forma de entender y vivir la Iglesia, la fe y la Vida Religiosa.
Pero me parece sutil y retorcido acogerse a la aconfesionalidad y el Estado laico para que una persona deje de ser visible en la sociedad por sus creencias religiosas.
¿Si se pone la placa a un musulmás, a un judío o a un ateo, no se atenta contra la neutralidad estatal?
No entiendo nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario