
Mientras tomas la taza y calientas tus manos, notas que también se te caldea el corazón y los ojos. Ahora ves más y mejor. Por eso no tuviste que ensayar ni fingir la sonrisa al exclamar: ¡gracias!!! Y lo mejor no es el detalle de haberte traído un café.
Lo mejor es que ni siquiera te lo preguntó, ni necesitó "avisar" su hazaña, ni esperar tu agradecimiento, ni dejar que tú te lo pusieras a tu gusto. Lo mejor es que vino sin avisar y vino exactamente de la forma que tú necesitabas que viniera.
A veces, tenemos esa suerte.
Y me preguntaba en el último sorbo de café: ¿vendrá así Aquel que ahora esperamos?
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