ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ.
Y yo, ¿qué he hecho por Él en mi vida, qué hago y qué voy a hacer por Él?
Lo hemos asesinado cuando lo encerrábamos en el edificio de ideologías y costumbres anticuadas, cuando lo desterrábamos a una piedad irreal y a frases de devocionarios, convirtiéndolo en una pieza de museo arqueológico;
lo hemos asesinado con la duplicidad de nuestra vida, que lo oscurece a él mismo; porque, ¿qué puede hacer más discutible en este mundo la idea de Dios que la fe y la caridad tan discutibles de sus creyentes? (...)
BENEDICTO XVI, 19 DE MARZO 2008
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