¡PILATOS! Lo sabes, ¿verdad? Sabes que es inocente!!!
Podríamos tener una imagen de Pilatos en la habitación, en la mesilla de noche o en la carpeta de clase para recordarnos que las buenas intenciones no son nada sin poner los medios, especialmente cuando los tenemos. En su mano estaba hacer justicia, ser honrado, pero cae ante las amenazas: “perderás tu prestigio”, “tu posición ante los jefes”, “tu nivel de vida…”
En el fondo Pilatos cede a un chantaje. “Crucifícalo o prepárate para la que se va a montar”. “Cierra los ojos si quieres, lávate las manos, carga sobre nuestras conciencias su vida, pero condénalo.” Y Pilatos lo hace. Cierra los ojos, se lava las manos, opta por quedar bien y olvida lo esencial; opta por lo inmediato y olvida el peso que va a llevar en su espalda el resto de su vida.
No es, tal vez, lavarse las manos, la tentación más fuerte hoy? No se puede hacer nada. El mal me desborda, yo no tengo la culpa de lo que pasa: ¿Qué voy a hacer yo contra el hambre, la guerra, la injusticia, el deterioro del planeta? No está en mi mano hacer nada. ¿Qué voy a hacer yo contra las injusticias que hacen el gallito del colegio o del barrio con su banda? ¿Cómo voy a defender a Fulanito/a si todos se reirían de mí? Yo vivo y me lavo las manos.
¿Seguro?
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