lunes, 17 de marzo de 2008

LUNES SANTO

“Yo conocí a ese hombre. El galileo, así le llamaban. Yo, Zaqueo, apenas sabía de él lo que se escuchaba por las esquinas: que si era un milagrero, un predicador, un curandero… Muchos estaban impresionados por las palabras de aquel carpintero. Otros muchos criticaban al revolucionario que estaba sembrando la discordia entre las gentes de buena voluntad. A nadie dejaba indiferente, aún hoy es un hombre polémico. Temo por su vida, presiento que es un peligro para los grandes y la gente ya habla de que le van a detener. Yo no sé muy bien hasta dónde van a llegar sus palabras, apenas entiendo la mitad de sus discursos, pero sí entiendo su mirada…Esos ojos profundos que cambiaron mi vida. Yo, recaudador de impuestos, con dinero por todas partes, un hombre rico, lleno de comodidades y lujos, pero no con muchos amigos, la verdad. “Ladrón!”- me decían algunos por la calle. Pero yo sólo hacía mi trabajo y no sabía creer más de lo que veía y tocaba. Mi vida estaba en la tierra y no en el cielo: “Al pan, pan y al vino, vino”. Lo que cuenta es lo que tocas y ves, tener para vivir, y vivir bien, a ser posible.
Ahora todo es distinto: sigo viviendo en la tierra, pero cada mañana miro al cielo. “¡Zaqueo, baja de la higuera!”. Aquel hombre comió en mi casa, compartimos la mesa, casi sin hablar. Sobraban las palabras: ¡Qué decir cuándo sientes que hay alguien que aún sabiendo cómo vives y los chanchullos que te marcas, te mira con cariño de verdad y te respeta!
Ahora Él es mi Señor, el Señor de mis caminos. Parece que hay muchos que quieren quitarte del medio y no tardarán mucho. Recorre de nuevo nuestras calles, Jesús, entra en nuestras casas. Bájanos de la higuera, baja a tantos de la higuera, como hiciste conmigo…”

Firmado: ZAQUEO

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