Esta mañana salí a caminar un rato.
En menos de 500 metros, al menos 4 coches distintos aporrearon sin piedad el claxon de su coche. Las razones eran simples: alguien iba delante más lento de lo esperado, alguien adelantó sin intermitente, alguien poco atento traspasó ligeramente la línea del carril, alguien terminó de cruzar la carretera cuando ya estaba en rojo...

No pude evitar pensar que así estamos, aunque no seamos así. Nerviosos, intransigentes, sin pasar una a nadie. Seguramente que ni a nosotros mismos. Cualquier cosa por pequeña que sea se merece "una buena pitada" que nos nace de las tripas.
Y ahí me quedé... Esperando que alguien me saque de aquí, como si lo que nos hiciera gritar, desesperarnos o vociferar al otro, estuviera fuera de mí y no dentro.
Sí, ya sé... Es que es más fácil.
Pero no me vengan con lo del estrés postvacacional, por favor...
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