Muchos hoy recibiremos una pizca de ceniza, en forma de cruz; nos invitarán a convertirnos y creer en el Evangelio; nos recordarán que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Nos recuerdan que en el principio y el final, a la hora de la verdad, nadie es más ni menos que nadie. Todos polvo. Eso sí, no te equivoques, como escribió Quevedo, somos tan limitados y frágiles como el barro; puro polvo que se lleva el viento... pero polvo enamorado. Tú dirás de qué y de quién. Yo ya lo sé.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
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