sábado, 10 de julio de 2010

SENTIR LOS COLORES

Esta mañana me levanté más bien azul... Un azul ocre, espeso... quizá por el calor que no me dejó dormir bien. Después, me encontré con alguien a quien hacía tiempo que no veía; me encantó verla. Me sentí naranja y verde y amarillo...
No, no me he vuelto loca aún. ¿Esperabas que hablara así al leer el título de la entrada? La imagen de hoy te da otra pista, claro.
¡Sentir los colores! En España estos días, sentir los colores es sentir la roja, es estar con la selección de fútbol, es esperar que llegue el domingo a las 20,30 h para sentarnos frente al TV como si de una especie de conjura familiar y fraterna se tratara. En las calles no hay nadie y no se oye una mosca. Todos en casa o en algún lugar previamente citados: una cena rápida, unas palomitas, una pizza, unos refrescos... ¡Lo importante es estar juntos viendo el Mundial, viendo a nuestra selección jugar!
Y me pregunto, ¿de qué depende esta sutil pero profunda euforia que vivimos también aquellos que, como a mí, el fútbol no nos dice absolutamente nada? ¿De qué depende que uno sienta unos u otros colores? ¿Se puede provocar esta marea de sentimiento y afinidad? ¿por qué nos emocionan una palabras y no otras, unos colores y no otros, una realidad y no otra?
Porque sentido patriótico en España... la verdad: no hay tanto como se ve estos días en los comercios, las calles, los balcones, los coches, las camisetas... ¡¡¡todo!!!
No sé si podemos sentir los colores. Pero lo que sí tengo claro es que el ser humano necesita sentirse parte de algo y de alguien. Del modo que sea. necesitamos alegrarnos y apenarnos por aquello que hemos dejado que se haga parte de nuestra vida. en lo más trascedente y en lo aparentemente más superficial, como ganar un Mundial.
Necesitamos sentir que sentimos con otros... Que nos jugamos la vida y es necesario echar el resto en cada partido...
¿Cómo haremos para vivir con tanta pasión como vivimos el Mundial esas otras "pertenencias" de nuestra vida que cada uno hemos elegido y confirmado día tras día, año tras año? Nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros sueños, nuestra vocación, nuestra pareja, nuestra consagración....?
No lo sé. Pero sería alucinante que todos esos ámbitos nos hicieran entrar también, en algún momento, en esta especie de dulce trance colectivo en el que estamos todos en España esperando la final. Y lo mejor de todo es que vamos a recibir con el mismo cariño a la Roja si pierden la final. Alucinante...

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