domingo, 30 de diciembre de 2012

Año viejo, Año nuevo


La Nochevieja no es un invento de la Iglesia. No es una fiesta litúrgica.
Pero es una fiesta humana. Y es, por tanto, una fiesta nuestra.

Es una fiesta agridulce, donde el hombre expresa sin saberlo
su afán de futuro, su deseo de eternidad, su esperanza secreta, inconfesada y vergonzante,
pero a la vez radical y profunda de resurrección.

¡Vida Nueva! ¡Si fuera verdad,,,! ¡Nueva, siempre nueva!
¡Vida, siempre vida y siempre viva!

Esta fiesta, este juego, este sueño a la vez humilde y ambicioso
que el hombre eleva a Dios sin saberlo
es un grito que el Padre escucha y el cristiano entiende.

Si usted tiene más barriga, pero también más corazón
si usted tiene más arrugas, pero también más amor;
si usted tiene más años, pero menos egoísmo…
¡Feliz Año Nuevo!

Si ha luchado por el hombre y piensa seguir haciéndolo;
si levanto a los caídos en el camino;
si escuchó al que necesitaba explayarse con los alguien;
si visitó al solitario;
si colaboró para remediar las injusticias;
si ensayó tenazmente, mil y mil veces,
en ser bueno y portarse como un hombre y como un cristiano,
aunque en este momento compruebe que todavía
es una calamidad,
si gastó 365 días en ayudar al prójimo en lo que podía,
¡Feliz Año Nuevo!

Cristo es nuestro tiempo.
Cristo es nuestro futuro.
Cristo no juega con nosotros
cuando nos dice con la mayor seriedad,
a la vez que con enorme alegría,
¡Feliz Año Nuevo!

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