Sí, sí... dirás que vaya título para esta entrada... ¡pues claro!, ¡normal!...
Bueno, no sé si lo tenemos tan claro. Y si lo tenemos, peor todavía, porque no para de crecer.
Leo en Amnistía que en Haití han aumentado las agresiones sexuales a niñas y mujeres tras el terremoto. Que apenas se denuncian por miedo y falta de recursos y que cuando se denuncian, apenas se investigan por la situación caótica que se sigue viviendo allí.
Está claro: todo el torrente de amor, de intimidad y ternura que tiene el sexo en una relación personal libre, querida, "normalizada", se convierte en caudal de violencia, impulso animal, deshumanización... Y en situaciones de crisis y falta de normas, son los más débiles los que sufren esto: mujeres y niñas... Agresiones sexuales, violaciones dramáticas, abusos indignos, se dan siempre en todas las épocas y en todos los conflictos humanitarios. ¿No parece increible lo poco que hemos evolucionado en este terreno?
Pero miremoslo desde otro lado: ¿no será también que a medida que el sexo es más violento, anárquico y anecdótico, crece también la violencia sexual? ¿No será que se va instalando en nuestro particular imaginario social que una relación sexual es tan simple, gratificante y superficial como beber agua cuando tienes sed o tomarte un helado de fresa cuando te apetece? ¿no será que da exactamente igual anunciar un refresco, un videoclip o una cuenta bancaria, y siempre, como norma, hay sexo implícito o explícito sin ningún problema ni "antes y después"?
¿No será que vamos dejando, sutilmente que el sexo indeterminado ocupe cualquier portada y serie televisiva, hasta el punto que después, cualquier frustración, crisis, agobio o carencia, se paga "violenta y sexualmente" con una frecuencia que lejos de disminuir, va creciendo en nuestor mundo?
Me dirás que ya están estos de la Iglesia (o estas monjas) con lo de siempre... Pues no. Algunos, puedes. Pero no. Más bien, últimamente parece que los que hacen de esto "lo de siempre" son otros. Y nos estan colando un gran gol e nuestro interior sin que nos demos ni cuenta.
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