Querida Honduras, Honduras querida:
te miro desde lejos y me asombro un vez más.
Escucho las noticias en España y pienso una cosa. Leo los correos que llegan de hermanos y hermanas hondureños y no sé qué pensar. Leo la prensa de tu país, con distintos colores, igual
LaPrensa, o
Tiempo, ... da igual... Las informaciones son tan contradictorias que no pueden ser verdad ninguna de ellas. O quizá ambas.
Veo dos políticos centrados en sus intereses personales y ambos revestidos de amor al pueblo. ¡Mentira!
Alguien que ama al pueblo no jalea a las masas para salir a luchar a muerte y generar un baño de sangre en el país, enfervorizando a gente hambrienta y harta de no tener más que lo que tienen. Alguien que ama al pueblo no lo reprime con violencia ni soluciona las injusticias a golpe de... golpe.
Alguien que ama al pueblo se retira, cede, dialoga.
Alguien que ama al pueblo no limita posibilidades ni cercena de entrada ninguna salida.
Y al final, Honduras querida, una vez más, seguirás ahí, en la hondura... silenciosa, a toque de queda y de fusil.
¿Dónde está la ONU que sólo parece velar por un mandatario indignado, victimista y sediento de poder? ¿Dónde está la ONU para decir "no" a la violencia militar y gubernamental aunque se realice en nombre de la Justicia? ¿Dónde estaba la ONU cuando se fraguaba esta situación porque un gobernante decidió cambiar la Constitución y rehacerla a su imagen y semejanza, siguiendo el ejemplo de algun otro similar?
Honduras querida, tú que no eres novia cotizada en el mercado internacional, sin petróleo, sin lugares estratégicos que controlar... te vuelves ahora niña llevada y traída de unos brazos a otros. Sin que al parecer, a ninguno de tus pretendientes le importe partirte el alma entre tantos zarandeos. El alma, que es el pueblo, tu gente; y la paz, tan frágil e inconsistente como lo demuestran las cifras de violencia urbana de tus principales ciudades, los niveles de pobreza o las cotas de SIDA.
Pero yo, sigo contigo. Yo y tantos otros. Pedimos por ti y por los otros. Por todos. Pedimos lucidez internacional, coraje catracho para todos, sentido común y una pizca de vergüenza para los políticos: de un lado y de otro.