Cada año por estas fechas me surgen los mismos interrogantes... No se trata de jugar a buenos y malos o "los unos y los otros"... No... No es tan claro. Pero no deja de ser curioso que a muchos les cuesta -dicen ellos- creer en "otra vida", en "algo más" después de esto, en Alguien que nos espera al final de nuestros días... Y a la vez, les resulta facilísimo celebrar una fiesta de un gusto cuestionable, en que todo se llena de lápidas funeraris, telerañanas, huesos, cadáveres redivivos y medio descompuestos, ojerosos, enfermos, medio muertos...
Es decir, parece que resulta más creible y deseable adentrarnos en el mundo de la muerte que en el de la vida, en el de la descomposición que en el de la transformación, el de la reencarnación que en el de la resurrección, el de la angustia que el de la paz, el de las sombras que el de la luz...
Repito: no se trata de dividir la realidad en dos bandos... Las cosas no son tan simples. Pero cuando se nos da la opción de elegir y elegimos halloween, consciente o inconscientemente, sería deseable que no nos dejara indiferentes y dedicaramos un par de minutos a pensar por qué.
Al fin y al cabo, la necrofilia es un trastorno regulado en los manuales de psicología...
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarYo desde mi vida fui coherente con mis ideas, y desde la posición que ocupo como maestra de religión, llené el colegio de flores (justo al lado de las calaveras)regalándoselas a aquellos que ya no estaban entre nosotros.
Fuí la única maestra que no se disfrazó y mi respuesta a los niños fué algo así como... "Es que no me gusta esta fiesta, no me gusta disfrazarme de algo tan feo..."
Y tengo una idea... ¿Por qué no disfrazamos a los niños de Santos y en vez de pedir caramelos los regalamos ese día para hacer una especie de fiesta alternativa? Pensadlo. ¡Hay que adaptarse a los tiempos!
Un beso, y aunque ya haya pasado...
¡FELIZ DÍA DE TODOS LOS SANTOS!