miércoles, 23 de marzo de 2011

PENSANDO LA JMJ: LO QUE DESCUBRE DE NOSOTROS MISMOS (III)


Por último, no quiero dejar de decir una palabra en lo referente al sentido pastoral de la JMJ y su alcance. La vida de un joven y de cualquiera de nosotros es demasiado amplia, gracias a Dios, como para creernos que “nuestra” pastoral, la que sea, es lo único que le va a acercar a Cristo o a alejar de Él. Sería una arrogancia bastante ingenua pensar que la JMJ o una Pascua juvenil en nuestros grupos o cualquier otra actividad, van a ser el centro de la vida de nadie. Y sin embargo, todos conocemos personas que a partir de un hecho concreto y puntual (por ejemplo, una estancia en Taizé, una experiencia misionera en otro país, un voluntariado en un barrio, una JMJ....) han reordenado su vida, han descubierto lo que son y lo que quieren llegar a ser, lo que Dios supone para ellos y la gracia que de Él reciben. Nuestra actitud creo que suele ser la misma: preparar esas actividades puntuales con todo el corazón y toda el alma, cuidándolas lo más que podemos, y al mismo tiempo, saber que se encuadran en un marco mayor de educación en la fe, de acompañamiento, de crecimiento humano... y por tanto hay que relativizarlas. ¿No podemos tener esta misma actitud con la JMJ, siendo un evento tan significativo para nuestra Iglesia, la Iglesia en la que vivo y en la que he conocido a Cristo?
Algunos de los planteamientos de fondo de la JMJ no coinciden con mi modo de vivir la fe. No son cosas marginales; son visiones de la vida religiosa, del lugar y sentido de los sacerdotes respecto al resto de vocaciones y carismas, de las prioridades a la hora de distribuir los gastos, de una mayor o menos sacramentalidad... Sin embargo, entiendo que dada la diversidad interna de la Iglesia católica, sería imposible que nadie –y digo nadie- pudiera organizar un encuentro mundial de jóvenes de tal manera que coincidiera con la sensibilidad y formación de todos los católicos. Y por otro lado, entiendo igualmente que la ni la iglesia ni la vida pastoral de España terminan ni acaban en la JMJ.
Pueden gustarte más o menos los grandes eventos con números ingentes. Puede gustarte más o menos todo lo que conlleve visibilidad social de la iglesia. Lo que me cuesta admitir son las críticas desmesuradas y despectivas de unos para con otros, vengan del lado que vengan. Sobre todo, porque además de creer que son muy poco evangélicas y muy poco inteligentes en cuanto testimonio de cara a la sociedad, están dañando a la inmensa mayoría de los jóvenes cristianos que no queremos estar ni en un extremo ni en el otro. Queremos aprender a ser iglesia con la iglesia, cuando nos gusta más y cuando nos gusta menos. Queremos aprender a ser respetuosamente críticos, con los más lejanos y con nosotros mismos. Queremos aprender a vivir en coherencia la riqueza que recibimos de Dios y las actitudes y decisiones de nuestra vida cotidiana. Queremos, en definitiva, seguir a Jesús en esta iglesia y en este mundo, porque no hay más; y condenar a este mundo o a esta Iglesia –formando parte de ambos- no deja de tener una mezcla de ingenuidad y de presunción farisea. Del lado que venga.

Rosa Ruiz, misionera claretiana

2 comentarios:

  1. Muy buena reflexión. Todos esos que critican tan duramente a la Iglesia deberían mirarse primero a sí mismos. Ya lo dijo Jesús: "quien esté libre de pecado..."

    Yo asistiré a la JMJ orgullosa de mi Iglesia y de los jóvenes que la forman, que no tienen miedo de salir a la calle a proclamar su fe, por mucho que les ataquen con todo tipo de tentaciones o con falsos argumentos.

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  2. Gracias por la reflexión, Rosa, nos ayuda a todos, tanto si se va como si no a la JMJ. La Iglesia somos todos.

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