miércoles, 23 de marzo de 2011

PENSANDO LA JMJ: LO QUE DESCUBRE DE NOSOTROS MISMOS (II)

Por otro lado, están las críticas a la “estética” de la JMJ, los medios utilizados, la imagen... Me extrañan estas críticas porque suelen venir de grupos que también critican unos medios eclesiales pasados de moda en la evangelización, con una estética rancia y obsoleta, con una enorme necesidad de comunicarse adecuadamente en nuestro tiempo. Hay algunas cosas, lo repito de nuevo, en la JMJ que no comparto. Pero hay que reconocer que el esfuerzo económico y personal para estar presentes en las redes sociales, en webs de diseño sencillo y atrayente, en mensajes audiovisuales bien hechos, está dando su fruto. Como era de esperar. Y sí, claro. Esto cuesta dinero. ¿O también seguís pensando que para la Iglesia hay que trabajar siempre de balde? ¿Buscamos a especialistas profesionales en cada campo y les decimos que estén un año trabajando sin sueldo para mayor gloria de Dios? ¿Sostenemos a sus familias mientras tanto? Parece más lógico que tengan un sueldo de acuerdo con el trabajo que hacen y unos medios que permitan hacernos presentes como iglesia, con sencillez pero con audacia. Y eso, en nuestra sociedad, cuesta dinero. No seamos ingenuos.
En un mundo globalizado, tecnológico, de masas, ¿se puede plantear la iglesia una presencia sin construir un altar de tantos metros como nos tienen acostumbrados en estos eventos? Pues sinceramente, creo que no. ¿Queremos reunir a tanta gente sin contar con dispositivos de seguridad, transporte, sanidad, megafonías, imagen? Entonces, ¿cómo lo haremos? ¿Desde una tarima? Otra cosa es que lo que queramos discutir es que la iglesia tenga presencia pública y que en el fondo de nuestro discurso se esconda una opción de fe reducida al interior de cada uno. Entonces, estamos en otro debate. Pero no lo mezclemos.  Cuando un grupo tan grande de ciudadanos quiere hacer una reunión o congreso, sin dañar a nadie, ¿no es lícito pedir a las autoridades que administran sus impuestos que cubran los aspectos organizativos del evento? Porque eso es lo que están haciendo las diferentes administraciones públicas relacionadas con la JMJ en Madrid. Ni más ni menos. Ni están dando dinero ni están quitando de otro lado. ¿Porqué estos grupos tan aparentemente comprometidos no piden que se disuelvan las fiestas de carnaval o el día del orgullo gay o el congreso de mundial de cualquier disciplina, en aras al recorte presupuestario y a la necesaria austeridad ciudadana? Volvemos a mezclar todo.
No faltan las críticas por la presencia masiva y significativa de algunos grupos eclesiales numerosos y claramente conservadores. Es cierto. Y a veces un tanto indignante el trato de favor que desde la misma Iglesia se dispensa a estos grupos, tanto en la organización de la JMJ como en el resto de la vida eclesial. Especialmente en comparación con otra realidad eclesial con una tradición tan rica y con un fundamento teológico tan arraigado y probado como en la Vida Consagrada y las grandes familias carismáticas. Pero ese es otro tema, que repito, es doloroso e injusto. Ahora bien: quienes hacen estas críticas, ¿se han ofrecido a colaborar en la organización?, ¿han intentado trabajar y dialogar alguna vez con miembros de estos movimientos?, ¿van a hacer algún esfuerzo para estar presentes en la JMJ con sencillez y verdad, desde lo que son o más bien han optado por montar una movida paralela este verano y en otras ocasiones? ¿Acaso los agravios comparativos y desigualdad de trato, en el caso de que lo hubiera, desde la JMJ, justifica que “los otros” hagan lo mismo? Creo que no. Más bien, hagámonos presentes con nuestro carisma, con nuestra forma de vivir la fe, aportando lo que somos como un bien para la Iglesia y no como un arma arrojadiza que pretende decir de nuevo que los demás no están “en la verdad de Jesús”.
Por último, no quiero dejar de decir una palabra en lo referente al sentido pastoral de la JMJ y su alcance...
(continúa con la parte III, última)

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