martes, 22 de marzo de 2011

PENSANDO LA JMJ: LO QUE DESCUBRE DE NOSOTROS MISMOS (I)

La Jornada Mundial de Juventud de Madrid2011 pasará, como pasa cualquier otro evento, por importante que sea. Lo que no pasará es la realidad eclesial y sobre todo personal que este acontecimiento está poniendo en evidencia. Y no pasará porque lejos de afrontarlo, nos enzarzamos en discusiones que siempre se juegan en “los otros”, nunca en mí misma, en mis actitudes, en mi compromiso  o coherencia creyente, en mi vida...
Contemplo perpleja últimamente, cada vez con mayor intensidad en la medida que se acerca agosto que numerosos foros, grupos o personas cristianas por opción, no por tradición social, expresan críticas tan descarnadas como confusas y a veces hasta engañosas. Toda demagogia lo es, creo yo. Algunos hasta comienzan citando el mensaje de Benedicto XVI como confirmación de su actitud:
Quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo y de su amor por cada uno de nosotros.
Y digo yo: ¿hay alguien que pueda ser tan presuntuoso como para afirmar sin complejos que “otros” no “cumplen los requisitos” para que nadie experimente a nuestro Señor Resucitado? ¿De verdad creéis que tal experiencia está reservada solo a unos pocos? ¿Alguien puede explicarme dónde está la diferencia entre unos que suelen hablar siempre en términos negativos, de condena, de prohibición moral, de cercanía a los poderosos o más enriquecidos de nuestra sociedad y otros que suelen hablar siempre en términos de todo vale, de arrogarse el título de estar al lado de los pobres, de los colectivos más cuestionados, de los que sí viven el evangelio de verdad y han entendido perfectamente el mensaje de Cristo? ¿No llegan, acaso, a la misma conclusión unos y otros? Al final, acabamos ambos diciendo, directa o indirectamente, que nosotros –los guardianes de la ortodoxia y el dogma o los guardianes de la libertad y el progresismo- somos los que vivimos de verdad el Evangelio y los otros están equivocados e impiden que los jóvenes experimenten la gracia de la Resurrección.
En resumen: estoy un poco harta de estos discursos. Cada vez me suenan más huecos y cada vez me irritan más, me entristecen más. Pienso en algunas viñetas, aparentemente tan progres y frescas, y no me imagino al Dios de Jesús sonriendo, contento de que nos estemos tirando piedras unos contra otros, públicamente, de continuo. Pienso en algunas decisiones de la organización de la JMJ y tampoco puedo imaginar que Él se alegra. ¿Tanto tenemos que echarnos en cara unos a otros? ¿De verdad pensamos que estamos tan distantes? Creo que no.
No me gustó que casi la primera imagen pública de la JMJ fuera una fotografía de nuestro Cardenal con los hombres más poderosos de la sociedad; no porque ellos sean malos o buenos, por supuesto, sino por lo que significan y lo que se mueve detrás de ese mundo inevitable de la banca, el negocio, la empresa, las multinacionales... ¿Era necesario alardear como primeros “aliados” de este sector social? Ahora bien, me gusta tan poco o menos que muchas voces rechacen la JMJ por sus patrocinadores, transmitiendo una especie de regusto farisaico, muy de la época de Jesús, cuando éste iba a comer con publicanos y recaudadores de impuestos corruptos. ¿O acaso imaginamos a Zaqueo pobre? Un poco de seriedad... Por otro lado, querer comprometernos por una sociedad y un mundo más justo y equitativo no creo que nos haga parte de una casta de “puros” evangélicos, casi intocables, porque si nos mezclamos con ellos, nos “contaminamos”. Tengamos cuidado, porque es una de las herejías más frecuentes desde los primeros siglos... Se ve que está bien inserta en el corazón humano. Más aún: supongo que todos los que firman y afirman que la JMJ es una cueva de bandidos y ladrones por permitir el patrocinio de determinadas firmas, no beberán jamás coca-cola, ni whisky, ni llevarán vaqueros, ni entrarán jamás en ninguna cadena comercial, ni comprarán comida precocinada, ni escucharán cierta música, ni cobrarán su nómina de ningún banco, ni... Porque sería un despropósito criticar que para un evento social con los números que se manejan no se contara con el dinero de nadie (señal de que la Iglesia lo tendría y sería un escándalo mayor) y encima nosotros, personalmente sí pudiéramos beneficiarnos de estos servicios de clase media europea.
Por otro lado, están las críticas a la “estética” de la JMJ, los medios utilizados, la imagen...

(continuará...)

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