Por esta parte del mundo estamos en pleno verano, es decir, con altísimas temperaturas y riesgos importantes para la salud, sobre todo de niños, ancianos o personas más débiles por cualquier razón. Entre las recomendaciones que se nos hacen, me hizo pensar mucho ayer una: AUNQUE NO TENGAS SENSACION DE SED, TIENES QUE BEBER CON FRECUENCIA.
Parece ser que la sensación de sed es el mecanismo que tiene nuestro cuerpo para advertirnos de la necesidad de tomar agua, el componente fundamental de nuestro organismo (más de la mitad de nuestro peso es agua). El centro nervioso que regula la sensación de la sed, situado en el hipotálamo, responde peor al aumento de la temperatura exterior y a las variaciones metabólicas internas, de tal modo que bebemos menos agua de la que realmente necesitamos, corriendo el riesgo de una fuerte deshidratación.
Seguro que has oído muchas veces esa metáfora de la sed de Dios... Eso de que todo ser humano llevamos dentro el anhelo de Dios, la búsqueda de Alguien Infinito que "calme nuestra sed". el problema es cuando miramos a nuestro alrededor, a nuestros contemporáneos y comprobamos que muchísima gente no siente ninguna sed de Dios ni de Infinito ni de Trascendencia... Para algunos vivir perfectamente, sin necesitar nada más en la vida, es la prueba inequívoca de que Dis no existe y es simplemente producto de nuestra imaginación o respuetsa insana e infantil a nuestras necesidades.
Pero resulta, que incluso fisiológicamente, cuanto más necesitamos el agua, más desaparece nuestra sensación de sed... y así, hasta poder llegar a la enfermedad e incluso a la muerte. ¿No será que nos pasa lo mismo con Dios? ¿No será que cuanto menos "bebemos" de Él, menos sed sentimos aunque nuestro corazón y el sentido de nuestra vida sigan necesitándolo?
Quizá es una reflexión demasiado sesuda para el verano... Quizá no hay mejor momento para recordarnos que con sed o sin ella, necesitamos beber, beber, beber... del Agua de la Vida.
Que aproveche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario