miércoles, 24 de marzo de 2010

¡MATAMOS A MONSEÑOR ROMERO! o ¡CRUCIFÍCALO!


"Así matamos a Monseñor Romero", confiesa ahora uno de los condenados por el crimen. Me impresiona que la motivación que aduce para romper su silencio 30 años después sea la forma en que sus propios hijos le miran y reprochan lo que hizo. Sea verdad o mentira tal razón, creo que merece la pena no pasarla por alto.
Con frecuencia tenemos la sensación de que nada cambia, que todo depende del aire del momento, de las modas, de los gustos, de los sentimientos... Y si se trata de gente joven, con más razón: van a su aire, han perdido los valores, no se comprometen con nada ni nadie, son frágiles, "líquidos"...
Ya. Será verdad. Pero resulta que hoy un militar condenado por asesinar a un hombre mientras celebraba la eucaristía, quiere contarlo 30 años después porque no soporta que sus hijos le vean como un asesino. Quizá en otro momento la gente de alrededor le vio como un héroe. Hoy no. O al menos, él da más importancia hoy a la mirada de sus hijos, avergonzados de su hazaña.
¿Matamos a Monseñor Romero?... ¡¡¡Crucifícalo!!! Dos gritos bien similares en el fondo y los dos muy próximos a nosotros en estos días: uno por celebrar el 30 aniversario de un mártir (aún no reconocido oficialmente por la Iglesia, pero en proceso de beatificación) y el otro por encontrarnos en las puertas de la Semana Santa (martirio de quien hizo mártir a Romero y a tantos otros hombres y mujeres a lo largo de la historia).
No son inocentes nuestros gritos ni nuestras miradas. No es inocente qué aprobamos, qué amamos y con qué no pactamos nunca, ni siquiera en nombre de Dios. Tu vida, tu palabra, tu mirada... puede cambiar algunas cosas, detener algunas acciones o provocar otras. ¿Te parece poco poder?

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