Muchos no sabréis quién es el Jesuita Juan Masiá. Digamos que en este asunto, tampoco importa tanto. Perdió su cátedra de Bioética en Comillas por razones similares a las que me motivan este post. Copio la carta que él mismo ha dirigido a José Manuel Vidal, director de Religión Digital, donde tenía un blog abierto exponiendo sus reflexiones y puntos de vista (http://blogs.periodistadigital.com/vivirypensarenlafrontera.php/2009/07/28/p244112#more244112). Diré, aunque no es necesario, que pocas veces estoy de acuerdo con su foma de interpretar asuntos de bioética, pero eso no me causa problema. Sí me lo causa comprobar, un vez más, que nuesta Iglesia no es "un recinto de paz, de amor y de libertad", como soñamos y proclamamos. Lee la carta y juzga por ti mismo, por ti misma:
Hace unos meses, el Superior de los jesuitas en Japón me mostró una carta del P. Elías Royón, Provincial de España, que le transmitía quejas episcopales sobre mis escritos. Me dijo que no había problema de ortodoxia, sino de malestar por parte de algunas “sensibilidades” y me recomendó prudencia y evitar bromas con los mitrados.
(Tú sabes muy bien como periodista que, en este país, se permite gastar bromas con todos los santos y hacer chistes sobre la Trinidad, pero ¡ay de quien se atreva a tratar con humor a los obispos!).
El mes pasado me volvió a informar el P. Sumita de las presiones ejercidas sobre él para persuadirle de que me silencie y acordamos mostrar los posts a una tercera persona imparcial para que examinase si había algo inconveniente que pudiese soliviantar las frágiles sensibilidades de alguna mitra.
Pero parece ser que esto no basta, ya que, según fuentes fidedignas, se siguen multiplicando las quejas desde Madrid a Tokyo; provienen de lo que podríamos llamar, a falta de mejor eufemismo, “una parte de instancias eclesiásticas de una parte del estado español muy identificada político-religiosamente con corrientes neoconservadoras”.
Mi superior japonés desea, naturalmente, mantener una buena relación, tanto con el episcopado español como con sus colegas españoles en el gobierno de la orden, por lo que me aconseja, prudente y conciliadoramente, reducir mis actividades periodísticas a Japón.
Siento renunciar al contacto con un público que me dice le ayudan esos posts tan sencillos. Pero ninguno somos imprescindibles y no merece la pena gastar energías discutiendo con quienes parecen vivir en la España de Buñuel o en los días de Torquemada (les recomendaría que lean a Forges o escuchen La alegría de la huerta...).
Después de haber dedicado los posts del mes de agosto a meditar en voz alta al hilo de los ocho días de Ejercicios Espirituales, he considerado el asunto durante esta semana, en vísperas de celebrar a san Ignacio el día 31, y he decidido tomar bajo mi responsabilidad la iniciativa de dejar este blog.,
Quisiera evitar de este modo que mi inmediato superior, el P. Sumita, al que aprecio y valoro, se vea obligado a ordenármelo formalmente (en lenguaje vulgar, obligado a “tragarse el marrón”), con lo cuál quedaría él como el “malo de la película” y se quedaría sin dormir la noche antes de decírmelo, como me consta que le pasaba también a quien fue y sigue siendo mi buen amigo, José Ramón Busto, Rector de Comillas, el día antes de defenestrarme, contra su voluntad, de la Cátedra de Bioética, para sosegar nerviosismos cardenalicios y defender la institución.
Además, es preferible que haya transparencia y se conozca desde donde tiran piedras quienes esconden la mano.
Que el periodismo, fiel a la libertad de expresión, siga contribuyendo a que no se sofoque la libertad de espíritu.
Orando por la intercesión de los añorados Vicente Tarancón y Javier Gafo, para que revivan como en Ezequiel los huesos secos de la situación anómala de la iglesia en “algunas áreas del estado español”, con un saludo también para todo tu equipo, recibe un fuerte abrazo esperanzado y esperanzador de Juan Masiá Clavel, S.J
(Tú sabes muy bien como periodista que, en este país, se permite gastar bromas con todos los santos y hacer chistes sobre la Trinidad, pero ¡ay de quien se atreva a tratar con humor a los obispos!).
El mes pasado me volvió a informar el P. Sumita de las presiones ejercidas sobre él para persuadirle de que me silencie y acordamos mostrar los posts a una tercera persona imparcial para que examinase si había algo inconveniente que pudiese soliviantar las frágiles sensibilidades de alguna mitra.
Pero parece ser que esto no basta, ya que, según fuentes fidedignas, se siguen multiplicando las quejas desde Madrid a Tokyo; provienen de lo que podríamos llamar, a falta de mejor eufemismo, “una parte de instancias eclesiásticas de una parte del estado español muy identificada político-religiosamente con corrientes neoconservadoras”.
Mi superior japonés desea, naturalmente, mantener una buena relación, tanto con el episcopado español como con sus colegas españoles en el gobierno de la orden, por lo que me aconseja, prudente y conciliadoramente, reducir mis actividades periodísticas a Japón.
Siento renunciar al contacto con un público que me dice le ayudan esos posts tan sencillos. Pero ninguno somos imprescindibles y no merece la pena gastar energías discutiendo con quienes parecen vivir en la España de Buñuel o en los días de Torquemada (les recomendaría que lean a Forges o escuchen La alegría de la huerta...).
Después de haber dedicado los posts del mes de agosto a meditar en voz alta al hilo de los ocho días de Ejercicios Espirituales, he considerado el asunto durante esta semana, en vísperas de celebrar a san Ignacio el día 31, y he decidido tomar bajo mi responsabilidad la iniciativa de dejar este blog.,
Quisiera evitar de este modo que mi inmediato superior, el P. Sumita, al que aprecio y valoro, se vea obligado a ordenármelo formalmente (en lenguaje vulgar, obligado a “tragarse el marrón”), con lo cuál quedaría él como el “malo de la película” y se quedaría sin dormir la noche antes de decírmelo, como me consta que le pasaba también a quien fue y sigue siendo mi buen amigo, José Ramón Busto, Rector de Comillas, el día antes de defenestrarme, contra su voluntad, de la Cátedra de Bioética, para sosegar nerviosismos cardenalicios y defender la institución.
Además, es preferible que haya transparencia y se conozca desde donde tiran piedras quienes esconden la mano.
Que el periodismo, fiel a la libertad de expresión, siga contribuyendo a que no se sofoque la libertad de espíritu.
Orando por la intercesión de los añorados Vicente Tarancón y Javier Gafo, para que revivan como en Ezequiel los huesos secos de la situación anómala de la iglesia en “algunas áreas del estado español”, con un saludo también para todo tu equipo, recibe un fuerte abrazo esperanzado y esperanzador de Juan Masiá Clavel, S.J
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