Cuando voy a la Basílica a confesarme, al pasar por delante de su estatua, le miro y noto que él por lo bajinis repite:
Di, Jesucristo, ¿por qué
me besan tanto los pies?
Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado;
no puedo mirar de lado,
ni pegar un puntapié
pues tengo los pies
gastados como ves.
Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río,
volver a ser pescador,
que es lo mío.
(Jorge San Vila)
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