¡Que levante la mano el que no se sienta identificado con estos viñadores que protestan! Es que esta parábola nos descuadra totalmente, nos desconcierta este Dios nuestro y su concepto de justicia. ¿No te deja incómodo el descubrir que la justicia de Dios sea tan distinta a la nuestra? Querríamos que Dios actuara como nosotros, con proporción: a cada uno lo suyo, en función de las horas trabajadas, etc. En cambio, la justicia de Dios aparece aquí como una desproporción total, y encima Jesús en la parábola lo llama “generosidad”. ¿No será que nosotros estaremos igualando generosidad e injusticia? Resulta que amor de Dios -su generosidad- es desproporcionada, es un regalo inmerecido para todos. Lo podemos comprender mejor desde el versículo clave: “¿vas a tener envidia porque yo sea bueno?” Si la generosidad nos irrita, mal asunto: ¿no será que nos mueve la envidia? Resulta que la recompensa de Dios es un don, no el fruto de nuestros esfuerzos: ¡es un regalo!
Por otra parte, el Señor nos llama a salir de los cálculos y las exigencias, que son una trampa. Lo mismo que el Padre ha sido generoso con nosotros, hemos de ser nosotros generosos con los demás.
(Por Evelyn Velasco, misionera claretiana, en www.acompasando.org)
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