miércoles, 15 de septiembre de 2010

CON PENA Y CON GLORIA

Creo que merece la pena leer este breve artículo. No tiene desperdicio. Mejor te dejo que lo leas... Me encantaría llegar al final de mi vida... ¡qué digo al final de mi vida!... ¡al final de cada día!... y poder decir: he vivido con pena y con gloria.

No comas con la boca abierta, no pongas los codos sobre la mesa, no hables con la boca llena, no te metas el dedo en la nariz, no grites, no llores, no te enfades, no sufras… no, no, NO. Crecemos cargados de prohibiciones; prohibiciones que de no ser entendidas, y en algunos momentos transgredidas, acaban convirtiéndose en grilletes que no son otra cosa que miedos. La vida misma representa un riesgo y cuanto más deseemos vivirla de verdad, más riesgos tendremos que asumir. De los miles de riesgos que podemos experimentar a lo largo de nuestra existencia, el mayor de todos, sin lugar a dudas, es el de crecer. Pasar de la niñez a la adultez.

Cuando eliges vivir y desarrollarte, estás eligiendo cambiar, experimentar y equivocarte. Momentos de grandes alegrías y, con toda seguridad, momentos de grandes tristezas y frustraciones. La experiencia sólo se coge cuando asumes riesgos. El desarrollo, en cualquier dimensión, implica tanto la tristeza como la alegría. Pretender sólo caminar la senda de la "felicidad" te lleva a no saber asumir una frustración como algo tan lícito y digno como la realización. Si sólo queremos vivir los momentos buenos, podemos perdernos el goce de madurar y ser más plenos y sabios. Porque, digamos lo que digamos, siempre de lo malo se aprende.

Que cuando nos vayamos no digan otros: "Vivió sin pena ni gloria". La vida hay que vivirla embadurnándonos de experiencia: con pena y con gloria.

Ángela Becerra en adn.es

2 comentarios:

  1. No hagas, no cojas, no corras ... ¿no existen muchas prohibiciones en nuestras aulas? Ojalá los maestros/as seamos capaces de asumir riesgos y transmitir a nuestros alumnos/as LA PASIÓN DE VIVIR.

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  2. además va en línea con el lema de este año: imposible ser educadores si no somos capaces de alentar deseos... y más bien parece que nos obsesionamos con taponarlos, frustrarlos, temerlos, anularlos... Ojalá seamos más bien generadores de deseos!

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