... No, todo no está perdido. Yo vengo a ofrecer mi corazón. Así de simple. ¿No es simple? Con esta frase comienza la canción de Fito Páez que muchos otros han cantado, como Mercedes Sosa o Sole Jiménez, que he elegido esta vez.
... No, todo no está perdido. Es tan simple como que cada uno deje de mirar al que tiene al lado o enfrente (tantos enfrentes!) y se limite a decir qué ofrece de sí. Ofrecer de sí cuando parece que ya no hay nadie o casi nadie... cuando no brillamos... cuando somos motivo de burla y crítica... cuando no damos más de sí... cuando hacemos lo que no queremos y dejamos de hacer lo que quisiéramos... cuando el mundo se nos cae encima... cuando la noche es más que gris... y el día es negro...
... Yo vengo a ofrecer mi corazón. Porque si somos sinceros, no tenemos nada, nada más que ofrecer de verdad. Y algunos, tú y yo, jugamos con ventaja: sabemos -porque lo hemos experimentado- que nada de lo que se da se pierde: siempre RESUCITA. Con Él y por Él.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
No será tan facil, ya sé que pasa.
No será tan simple como pensaba.
Como abrir el pecho y sacar el alma, una cuchillada de amor.
Luna de los pobres, siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco no más.
Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo por cambiar esta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar nomás.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
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