Hace años, cuando el Mitch desoló buena parte de Centroamérica, vivimos sentimientos tan encontrados y hondos como ahora con Haití: la pobreza, Dios, la desigualdad, la incomprensión, el deseo de mejorar el mundo... Tuve la suerte de escuchar una conferencia de Jon Sobrino en la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid) y me impactó de modo especial una de sus reflexiones; tanto, que no la he olvidado.
Venía a decir algo así: todo terremoto, todo desastre natural, toda crisis tiene el poder de mostrar la verdad de lo que existe, lo que dejamos de ver normalmente. Es como una radiografía profunda de la realidad sacudida que nos permite ver por dentro lo mejor y lo peor, porque las situaciones límite sacan de nosotros lo mejor y lo peor.
Esto es evidente en un suceso como el que vivimos en Haití. El terremoto ha castigado a ricos y a pobres, a creyentes y no creyentes, a blancos y a negros... Pero unos han salido ya del país o reciben atenciones médicas en el extranjero y otros siguen allí removiendo los basureros -cadáveres incluidos- para llevarse algo al estómago. No nos engañemos, nada en la vida, nada absolutamente, afecta por igual a ricos y pobres. Sólo la muerte. La muerte sólo.
El terremoto, como toda crisis, nos pone en evidencia:
- Nos hace ver que los dirigente políticos eran inexistentes; de hecho, ha desaparecido y son otros países los que trazan planes de ayuda y reconstrucción.
- Nos hace ver que era un país pobrísimo, sin infraestructuras, sin orden, sin reservas, sin futuro.
- Nos hace ver que las ayudas internacionales "oficiales" no estaban llegando donde tenían que llegar ni a las personas adecuadas.
Y esto no pasa sólo en las crisis "naturales"... Pasa también en nuestras propias crisis personales, comunitarias, de pareja, de amistad, de trabajo, de futuro... Cada crisis puede ser momento de oportunidad y crecimiento, nos dicen. ¡Cómo fastidia cuando lo escuchas en pleno terremoto!
Ciertamente, estarás conmigo en que no hay crisis que no te permita ver más y mejor. Te permite ver quién eres, cuáles son tus ruinas y agujeros, por dónde caerás antes si caes, cuáles son tus fortalezas y apoyos, de dónde puedes sacar y de dónde no... Te revela, como una radiografía, qué había antes de tal temblor y qué habrá después en función de cómo reacciones. Desde los brazos cruzados al miedo atenazado, pasando por mantenerse en pie, no dejarse llevar por la vergüenza o fiarse de lo bueno que sigue estando en ti. Algo, que dicho sea de paso, casi nunca podrás ver por ti solo... Vendrá de los ojos y el corazón de otros, de Otro... Seguro.
Bienvenidas sean las crisis y los terremotos que nos remueven y obligan a reconstruirnos a medio y largo plazo. Bienvenidas las crisis pero nunca, nunca, jamás buscadas. Y menos aún provocadas por el corazón de la Vida, por el Señor de la Historia. No, Él, no.
Lo he leído con un poco de retraso, pero me toca el artículo, lo que somos capaces de soportar y no sabemos, la vida más superficial que llevamos a veces y no nos damos cuenta. Aunque suene fuerte a veces son necesarias las crisis para restablecer los pilares. Sobre todo las personales,...sales fortalecido de una u otra forma.
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