El 24 de enero murió D. Samuel Ruiz García, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas. La causa fue una neumonía y otros padecimientos que sufría desde hace tiempo. Samuel Ruiz nació en Irapuato, Guanajuato, en 1924.
Durante 40 años fue obispo en San Cristóbal -de 1960 a 2000-, impulsando con total sencillez y humildad la opción preferencial por los pobres. Tras el levantamiento en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en 1994, Samuel Ruiz hizo suya la causa indígena, lo que le ocasionó problemas con el ejército mexicano y otros estratos sociales y eclesiales.
Al parecer, uno de lo últimos deseos de Samuel Ruiz fue que se le inhumara en la catedral de la Diócesis de San Cristóbal, donde él presidió los llamados “diálogos de paz” entre el gobierno y el EZLN. De hecho, en el año 2000, recibió el premio Simón Bolívar de la UNESCO, por su contribución a la paz y al respeto a las minorías étnicas. Al año siguiente y por los mismos motivos, se le otorgó el Premio Internacional de Derechos Humanos de Nuremberg.
Como todos los hombres y mujeres apasionados, que se comprometen con una causa hasta el final, con radicalidad, empeño y cuidado, será signo profético, incómodo para unos y querido para otros. Política y socialmente, siempre controvertido. Y por tanto, incómodo eclesialmente. Como lo fue Jesús.
No somos quien nosotros para juzgar. Ni a él ni los movimientos eclesiásticos que se darán enseguida en la diócesis mexicana. Pero sí podemos y queremos reconocer la verdad de este hombre de fe, creyente y buscador, sencillo, amigo de Dios y de los pobres. No es poco.
Gracias, D. Samuel. Pida por nosotros.
Durante 40 años fue obispo en San Cristóbal -de 1960 a 2000-, impulsando con total sencillez y humildad la opción preferencial por los pobres. Tras el levantamiento en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en 1994, Samuel Ruiz hizo suya la causa indígena, lo que le ocasionó problemas con el ejército mexicano y otros estratos sociales y eclesiales.
Al parecer, uno de lo últimos deseos de Samuel Ruiz fue que se le inhumara en la catedral de la Diócesis de San Cristóbal, donde él presidió los llamados “diálogos de paz” entre el gobierno y el EZLN. De hecho, en el año 2000, recibió el premio Simón Bolívar de la UNESCO, por su contribución a la paz y al respeto a las minorías étnicas. Al año siguiente y por los mismos motivos, se le otorgó el Premio Internacional de Derechos Humanos de Nuremberg.
Como todos los hombres y mujeres apasionados, que se comprometen con una causa hasta el final, con radicalidad, empeño y cuidado, será signo profético, incómodo para unos y querido para otros. Política y socialmente, siempre controvertido. Y por tanto, incómodo eclesialmente. Como lo fue Jesús.
No somos quien nosotros para juzgar. Ni a él ni los movimientos eclesiásticos que se darán enseguida en la diócesis mexicana. Pero sí podemos y queremos reconocer la verdad de este hombre de fe, creyente y buscador, sencillo, amigo de Dios y de los pobres. No es poco.
Gracias, D. Samuel. Pida por nosotros.
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