sábado, 17 de julio de 2010

NO PASES DE LARGO, POR FAVOR...

"No pases de largo, por favor". Es la súplica que Abraham hizo a los tres misteriosos caminantes -tres ángeles- junto a la encina de Mambré, en su propia casa. Son esos tres ángeles que la tradición cristiana, sobre todo a partir del icono de Rublev, ha interpretado como presencia del Dios Trinitario.
Cuando no sabes qué te espera mañana o dónde te puede llevar algo o alguien, decir: "no pases de largo" es mucho decir.
Cuando sólo intuyes el bien enorme que algo o alguien puede darte, pero no tienes ningún modo de probarlo o asegurarlo, decir "no pases de largo" es mucho decir.
Cuando se trata de Dios y estamos en la puerta de nuestra propia casa, de nosotros mismos, en esa hora de calor, al inicio de la tarde, en que no te apetece absolutamente nada de nada... decir "no pases de largo" es mucho decir.
Con Abraham me encantaría tener la suficiente valentía, confianza, osadía, atrevimiento, viveza, deseo, esperanza... como para mirarle a los ojos y decirle:
No pases de largo... En mi casa hay sitio para ti. No es el mejor de los lugares, pero no tengo otro y quiero que te quedes en él. No pases de largo... ¡qué haré si Tú pases de mi puerta y de mi casa y de mis cosas!... No pases de largo. Y cuando te quedes y yo quiera servirte y darte lo mejor de mí, recuérdame como hiciste con Marta y María, que eres Tú quien se hospeda en mi casa y todo lo demás, en aquello en lo que nos afanamos (¡aunque sea en tu Nombre!) es muy secundario. Quiero elegir la parte buena, la que nadie me podrá quitar.
Tú, dulce huésped del alma.
Tú, Dios caminante por nuestros caminos (¡no por las alturas!) que paras en mi puerta el tiempo suficiente para que yo pueda pedirte, si lo quiero:
no pases de largo, por favor...

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