Hace unos meses Rafa Nadal perdía el número 1 del tenis mundial. Él, que parecía invencible, aclamado por todos, puesto como ejemplo de tesón, esfuerzo, sencillez, éxito... ¿Qué ocurrió? ¿por qué nos extraña tanto que en algún momento pierda un partido?
Retomo esto ahora porque ayer se clasificó para los cuartos de final del Masters 1000 de Cincinnati y de repente los medios vuelven a hablar del gran deportista, de recuperación, de imparable ascenso...
Y me hace pensar. Porque creo que Rafa también era un gran deportista cuando perdió su título, cuando aceptó con claridad que no había jugado bien y decidió retirarse porque estaba agotado. Poco después hemos sabido que, además del agotamiento físico, Rafa estaba pasando por la separación de sus padres. Con la sencillez de siempre, explicaba en televisión cómo le ha afectado.
Todo esto me hace descubrir en él otro valor añadido: el arte de la lucidez. El arte de ser consciente de lo que nos pasa y cómo nos afecta. El arte de saber que nuestros sentimientos, nuestra mente, nuesta serenidad interior es tan importante para ganar partidos como para perderlos. Partidos de tenis, partidos de la vida de todos los días. El arte de ser capaz de no dramatizar cuando perdemos "títulos" o juegos y sabemos retirarnos a tiempo, con verdad y transparencia. Retirarnos a tiempo para aprender a descansar, a recuperar el equilibrio necesario para jugar como Dios manda y como cada uno es capaz. ¡Si supiéramos hacer esto cuantas broncas y tensiones evitaríamos! El cansancio y el desequilibrio interno nos restan lucidez, objetividad, calma... y siempre suele traducirse en conflictos con otros y con uno mismo.
¿Por qué nos costará tanto ver que aún teniendo fuerzas físicas para seguir adelante, sin estabilidad mental y espiritual lo mejor es reconocer honestamente que nos retiramos un momento?
La vuelta de las vacaciones y el reinicio de curso a la vuelta de la esquina no es mal momento para CONECTAR con nosotros mismos, ¿no te parece?
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